domingo, 19 de abril de 2009

UN TORITO DE PUCARÁ EN LIMA

En Pucará (pueblo ubicado a 101 km. al norte de Puno) se celebraba una antigua fiesta de origen español, en la cual la sangre del toro se mezclaba con la chicha de jora (malta de maíz) mientras sonaban los primeros acordes de una ceremonia en su honor; luego, lo pintaban y perforaban, y antes de dejarlo en libertad le untaban un picante (ají) en el hocico. Obviamente, el animal bramaba y enloquecía por el escozor.
Aquel líquido vital se vertía en la Pachamama (madre tierra) para pedir que el ganado se reprodujera fuerte y sano. Los presentes danzaban, arrojando flores, hojas de coca y frutas. La tormentosa piel del majestuoso animal volaba sobre la arena y las sagradas montañas, llevando las ofrendas de los hombres a los dioses.
Esa imagen quedó plasmada en las cerámicas que hasta hoy se ven en el Perú representando al animal poderoso y bien plantado en la tierra, con los ojos desorbitados por la locura, apuntados al cielo. Los "toritos de Pucará" nacieron en las manos de ceramistas de las comunidades de Chepa, Pupuja, Mataro, Iquilo, pero su uso se ha extendido con el paso del tiempo y hoy, se los encuentra y produce no sólo en los pueblos del sur andino (Cuzco, Puno, Ayacucho y Apurímac) sino también en algunos barrios populares de la gran Lima e incluso en los centros penitenciarios capitalinos.
Su corpulenta figura, su resistencia y disposición para labrar la tierra le abrieron las puertas del mundo mítico andino. Dicen los indígenas que desde el fondo de los lagos emergió el Amaru, antiguo dios con forma de serpiente, para transformarse en toro.
El torito de Pucará, esta sagrada vasija representativa hecha de barro, pieza plenamente identificada con la artesanía peruana, bebe la sangre, la chicha y deja que sus fauces arrojen un mágico ejemplo de fusión cultural andina y europea. Hoy, en pareja (yunta), constituye un símbolo de fertilidad en el hogar, protección de sus habitantes y protección contra la enfermedad y el hambre, por eso es muy frecuente verlos en los techos de casi todas las casas de la sierra sur peruana.
La versión del "Torito de Pucará" en arcilla cocida y esmaltada que aprecian en esta oportunidad, es el obsequio del alumno y amigo Samuel Huamán Enciso, quien con gesto amable decidió concederme el honor de atesorar algo elaborado por sus manos artesanas.

CÉSAR VALLEJO NO HA MUERTO

Vallejo vivió la crisis del capitalismo en la década del 30 del siglo pasado, observando mucha pobreza y sufrimiento. Así mismo, fue testigo de varios intentos, incluyendo el ascenso del fascismo, por salvar al sistema capitalista. Él llegó a la conclusión, en esos días de que solo existía una solución para vencer esta crisis en España y en el mundo entero: la revolución del proletariado. En la actualidad, la miseria se incrementa notablemente en el Perú y en América Latina, con millones de desocupados, cientos de miles que se mueren de hambre y una permanente represión política. ¿Nos ofrecería Vallejo ahora una prescripción diferente?.
El mensaje de Vallejo en su poesía es claro: "si la madre España, cae -digo, es un decir- salid, niños del mundo; id a buscarla".
Así como las excepcionales cualidades artísticas de su poesía y sus profundas raíces indígenas perdurarán en el tiempo, lo mismo se puede decir de su mensaje político.

domingo, 12 de abril de 2009

MARIO FRANGOULIS: HIJO DE LA LUNA

En la Sevilla de 1810, una gitana llamada Lola pide a la Luna que le conceda la dicha de casarse con el gitano Antonio. La Luna le concede el deseo a cambio de que le entregue su primer hijo. El niño nace con la tez blanca y los ojos grises y sin los rasgos de su supuesto padre, por lo que éste piensa que es hijo de un payo (grupo étnico de piel blanca y de mejor condición económica). Tras interrogarla sobre el verdadero padre del niño, Antonio mata a su mujer con un cuchillo y después abandona al niño en el monte junto a un río, donde es recogido por la Luna.

A quienes les apetezca la versión original, vaya esta entrega:

REFLEXIÓN

miércoles, 8 de abril de 2009

PINTE UN RETRATO AL ÓLEO (II)

Una vez que ha terminado de cubrir todo el lienzo (mancha), proceda a detallar los diversos matices que se observan en los planos del rostro, constituidos por las arrugas y pliegues propios de la edad del retratado. Observe, sensible amig@ cómo no se aplican intensas líneas de color , toda la gama es de colores terciarios fríos (violetas conjugados con verde cromo claro para las sombras oscuras del rostro con pequeños toques de color carne y otros rosados fríos).
Luego continuaremos con el fondo, detalles del traje y cabellos. Et voila!!

martes, 7 de abril de 2009

PINTE UN RETRATO AL ÓLEO (I)

Primero ubique su dibujo (o cópielo) sobre el lienzo en blanco preparado previamente (también los venden listos en las casas de artículos de arte), reservando las áreas correspondientes a las luces y medios tonos, para capturar con mayor fidelidad los diversos planos que conforman el rostro a pintar. Luego, proceda a manchar el fondo con un gris neutro derivado de la mezcla (no proporcional) de los colores primarios (rojo, amarillo y azul) o mezclando sucedáneos en secundarios o terciarios. Así mismo, manche las zonas más oscuras del retrato (procure no utilizar el color negro, si no azul de prusia).
Como tercer paso, ensaye un gris intermedio (frío o tendiente al azul) para la zona de mayor luminosidad del rostro. Enseguida, asigne una gama de ocres rojos, azul cerúleo, verde cromo claro, amarillos de nápoles en sus diversas presentaciones y violetas (por ser la piel del retratado de color blanco, si la piel es cobriza esa gama debería ser más naranja).
Luego, se van colocando pinceladas que definan con mayor intensidad las formas contenidas en el retrato, hasta terminar de manchar todo el lienzo...