En Pucará (pueblo ubicado a 101 km. al norte de Puno) se celebraba una antigua fiesta de origen español, en la cual la sangre del toro se mezclaba con la chicha de jora (malta de maíz) mientras sonaban los primeros acordes de una ceremonia en su honor; luego, lo pintaban y perforaban, y antes de dejarlo en libertad le untaban un picante (ají) en el hocico. Obviamente, el animal bramaba y enloquecía por el escozor.
Aquel líquido vital se vertía en la Pachamama (madre tierra) para pedir que el ganado se reprodujera fuerte y sano. Los presentes danzaban, arrojando flores, hojas de coca y frutas. La tormentosa piel del majestuoso animal volaba sobre la arena y las sagradas montañas, llevando las ofrendas de los hombres a los dioses.
Aquel líquido vital se vertía en la Pachamama (madre tierra) para pedir que el ganado se reprodujera fuerte y sano. Los presentes danzaban, arrojando flores, hojas de coca y frutas. La tormentosa piel del majestuoso animal volaba sobre la arena y las sagradas montañas, llevando las ofrendas de los hombres a los dioses.
Esa imagen quedó plasmada en las cerámicas que hasta hoy se ven en el Perú representando al animal poderoso y bien plantado en la tierra, con los ojos desorbitados por la locura, apuntados al cielo. Los "toritos de Pucará" nacieron en las manos de ceramistas de las comunidades de Chepa, Pupuja, Mataro, Iquilo, pero su uso se ha extendido con el paso del tiempo y hoy, se los encuentra y produce no sólo en los pueblos del sur andino (Cuzco, Puno, Ayacucho y Apurímac) sino también en algunos barrios populares de la gran Lima e incluso en los centros penitenciarios capitalinos.
Su corpulenta figura, su resistencia y disposición para labrar la tierra le abrieron las puertas del mundo mítico andino. Dicen los indígenas que desde el fondo de los lagos emergió el Amaru, antiguo dios con forma de serpiente, para transformarse en toro.
El torito de Pucará, esta sagrada vasija representativa hecha de barro, pieza plenamente identificada con la artesanía peruana, bebe la sangre, la chicha y deja que sus fauces arrojen un mágico ejemplo de fusión cultural andina y europea. Hoy, en pareja (yunta), constituye un símbolo de fertilidad en el hogar, protección de sus habitantes y protección contra la enfermedad y el hambre, por eso es muy frecuente verlos en los techos de casi todas las casas de la sierra sur peruana.
Su corpulenta figura, su resistencia y disposición para labrar la tierra le abrieron las puertas del mundo mítico andino. Dicen los indígenas que desde el fondo de los lagos emergió el Amaru, antiguo dios con forma de serpiente, para transformarse en toro.
El torito de Pucará, esta sagrada vasija representativa hecha de barro, pieza plenamente identificada con la artesanía peruana, bebe la sangre, la chicha y deja que sus fauces arrojen un mágico ejemplo de fusión cultural andina y europea. Hoy, en pareja (yunta), constituye un símbolo de fertilidad en el hogar, protección de sus habitantes y protección contra la enfermedad y el hambre, por eso es muy frecuente verlos en los techos de casi todas las casas de la sierra sur peruana.
La versión del "Torito de Pucará" en arcilla cocida y esmaltada que aprecian en esta oportunidad, es el obsequio del alumno y amigo Samuel Huamán Enciso, quien con gesto amable decidió concederme el honor de atesorar algo elaborado por sus manos artesanas.