domingo, 12 de septiembre de 2010

MILAGROS ECONÓMICOS de ALAIN PEYREFITTE


Texto del etólogo francés Peyrefitte (1925-1999), quien aborda el fenómeno del despegue económico de algunas sociedades (la holandesa del SXVII, la inglesa del SXVIII, la norteamericana del SXIX, la japonesa y la de algunos países asiáticos del SXX), realizando un balance histórico que privilegia la mentalidad y determinación de los pueblos (factores culturales favorables) para adaptarse a los constantes cambios que la situación les exigía.

Mentalidades que nunca se habían considerado multidisciplinariamente, para el análisis del desarrollo. Peyrefitte diagnostica que las causas del retraso en el desarrollo de las sociedades, deben ser estudiadas en las mentalidades de dichas sociedades y no sobre los factores geográficos, políticos o económicos que las involucran. Señala que lo que se denomina subdesarrollo es, ante todo, el no desarrollo de las sociedades con "atractores sistémicos fatales" que requieren un enorme cantidad de energía para salir de su estado. Por ello es importante explicar el desarrollo o la convergencia de lo que denomina "factores culturales favorables".
El autor, advierte que deben evitarse eufemismos que diferencien a las sociedades, ya sea en función de su ubicación geográfica, clima u otro tipo de connotaciones o con segundas intenciones, para ello utiliza a lo largo de su tratado términos de simple comprensión, como "países ricos y pobres" o "desarrollados y no desarrollados".
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RESUMEN DEL LIBRO: MILAGROS ECONÓMICOS DE ALAIN PEYREFITTE
Edit. Andrés Bello. 1997. Santiago de Chile, 256 pp. Trad. de Pierre Jacomet de la edición francesa de 1995.
La Noción de “Milagro” en la Historia Económica.
El libro es una compilación del curso de Etología Comparada, dictada por el autor en el College de France. Refiere que el estudio sobre la “unidad del fenómeno humano” tiene que ser abordado multidisciplinariamente.
Aun cuando los datos estadísticos son aproximaciones que nos dan una idea sobre la pobreza o riqueza de las sociedades, el autor nota la existencia de 03 grupos diferenciados:
1º Los “desarrollados”, países de Europa Occidental y Septentrional, los “dominios blancos” (Canadá, Australia y Nueva Zelanda), EEUU, Japón, los “pequeños dragones” (Corea del Sur, Taiwán, Singapur, Hong Kong y Macao) además de la franja costera de China.
2º El conjunto intermedio (algunos países de Europa Oriental y Meridional, de América Latina y el sudeste asiático); y
3º Los “no desarrollados” , integrados por África y el resto de Asia, además de los países del medio oriente.
Las cifras estadísticas sobre ingreso y producción de las sociedades son confrontadas con otros factores porcentuales como: Mortalidad infantil, subalimentación, analfabetismo, discriminación sexista. No obstante lo dicho, estos índices permiten definir el no desarrollo pero no revelan sus causas ni sus remedios.
Históricamente la lucha contra el No desarrollo, ha sido abordada en el SXX, desde tres mecanismos fracasados: La colonización capitalista, El sistema soviético (ambos imponiendo modelos extranjeros inaceptables) y el de la Cooperación (orientación técnica apoyada con subvenciones que sólo trajo el retorno del despotismo, el acaparamiento del poder, guerras civiles, corrupción masiva, etc.)
Walt Whitman Rostow señalaba que en 1783 se inició el despegue de la sociedad industrial en Inglaterra (Revolución Industrial) pero nadie se logra poner de acuerdo sobre el por qué de ese despegue, en esa labor Peyrefitte identifica 12 factores de las sociedades no desarrolladas y desarrolladas:
Sociedades no desarrolladas
Sociedades desarrolladas
1º La sociedad inmóvil (la movilidad social y profesional es sospechosa y/o prohibida)
2º Resistencia a la innovación (lo nuevo es nocivo)
3º Fragmentación de la formación e información (no hay homogeneidad de una red común de información)
4º Intolerancia (la autonomía intelectual está proscrita)
5º Oscurantismo (la clase dirigente oculta información a los estratos populares)
6º Sociedad bajo tutela (telecomandada por feudalismos políticos o religiosos)
7º Economía cautiva a cargo de la autoridad tutelar (no hay iniciativa competitiva)
8º Economía dominada en manos del poder político (interno o externo)
9º Déficit en salud (falta de higiene promueve la aparición de epidemias)
10º Sobrenatalidad (ignorancia y rechazo a métodos anticonceptivos)
11º Sociedad de penuria (población económicamente vulnerable)
12º Sociedad espasmódica, que convulsiona ante la inestabilidad en diversos rubros y no permite el desarrollo en libertad.
1º Movilidad Social (adaptación institucional)
2º Aceptación y búsqueda de lo novedoso.
3º Homogeneización de la sociedad (circulación fluida de bienes, personas e información)
4º Tolerancia y apego al pluralismo.
5º Instrucción (confianza en el desarrollo intelectual y difusión cultural)
6º Democracia política
7º Autonomía en el funcionamiento de la esfera económica.
8º Economía plural y cooperativa
9º Salud Pública como valor esencial.
10º Natalidad controlada y responsable.
11º Organización racional de recursos alimenticios.
12º Violencia dominada por un poder coercitivo legítimo.
Comparando las combinatorias factoriales que distinguen una sociedad de la otra, el autor sostiene que resulta necesario aprehender intelectualmente el problema del desarrollo, que no es otra cosa que asumir la manera de pensar y actuar correctos para producir los cambios necesarios. Añade que ese factor inmaterial es incluso más importante que los factores materiales, visibles o cuantitativos (capital y trabajo).
Por ejemplo, señala que los comportamientos tradicionales en África Tropical son el principal obstáculo para su desarrollo agrícola (no lo son las condiciones climáticas o geográficas, ni las enfermedades o la esclavitud, ni la colonización, etc.). A diferencia de Alsacia que supo crecer industrialmente, incluso en épocas de carestía de transportes y las trabas aduaneras, gracias a la diligente inversión de los industriales, la seriedad de la mano de obra y la eficacia empresarial.
El autor indica que en la evolución de las sociedades, el desarrollo es un producto histórico escaso que deja pocas huellas, por ello es que esas condiciones básicamente culturales demandan una ardua investigación histórica en el ámbito de la cultura económica. Por ello invierte la idea primaria en su investigción: Lo escaso y milagroso es el desarrollo, y el no desarrollo no es un escándalo, sino una condición normal y hasta rutinaria.
Con la resurrección económica y social de Alemania de la post guerra, empieza a acuñarse el término “milagro” para describir otros hechos similares, como el “milagro italiano de los 50s” o el “milagro japonés de los 60s”, justamente el rápido crecimiento económico de los países derrotados de la Segunda Guerra era tan inesperada que confundía todo análisis racional (no se podía aseverar que los subsidios norteamericanos del Plan Marshall para el rescate económico de los países damnificados por la guerra produjeron tal efecto, porque países más beneficiados que los descritos, no crecieron o se desarrollaron al igual que los 3 casos mencionados).
Aunque inmovilizado, el potencial industrial alemán de la post guerra no fue aniquilado como se pretende (porque éste no partió de cero). Además, ante el panorama desolador, los alemanes trabajaron en conjunto por igual, burgueses y obreros conservaron su homogeneidad en la paz consumiendo sus alimentos en ollas populares, etc. Contrariando a la burocracia prusiana y hitleriana, el ministro de finanzas y luego canciller, Ludwig Erhard, durante 15 años otorgó su confianza a las iniciativas provinciales y empresariales, así como a los ajustes espontáneos de los sistemas bancarios y monetarios; es decir, en pocos años el espíritu de la empresa, la capacidad de organización instintiva y la cohesión social, hicieron de Alemania la segunda potencia industrial de Occidente, después de EEUU.
En resumen: Las causas morales consensuadas (traducidas en la voluntad de salir de la miseria, el espíritu de iniciativa, la convicción de que el restablecimiento se dará en el terreno económico y la reducción del rol político al de simple regulador) fueron las que reflotaron la economía alemana. Todo ello sumado a factores como las opciones constitucionales y políticas (Vg.: la reconversión agrícola en detrimento de la industria, modernizándola, diversificándola e intensificándola), y sobre todo la descentralización, estuvieron en armonía; factores que generaron confianza en los individuos y los grupos: Los alemanes "confiaron" en la confianza.
Ese efecto exitoso pronto se extendió a las demás sociedades económicas avanzadas, por “milagro”, por contagio, por concurso, por capilaridad. Examinemos tales oportunidades y los peligros de este acceso y de esta transmisión.
Primeros “Milagros” en la Historia de las Civilizaciones
En el SXV se dio la afinidad electiva entre un comportamiento socioeconómico espontáneo con la opción confesional protestante, ello no quiere decir como falsamente se piensa que uno determinó al otro o viceversa. Puesto que en el comportamiento de desarrollo prevalecen: la libre exploración de posibilidades, la búsqueda de la innovación y la competencia de talentos en oposición a la conducta de resistencia al cambio.
El hombre a diferencia de otras especies es capaz de progresar individual y colectivamente (ethos de confianza competitiva) modificando su entorno. Al igual que, la sociedad abierta a su desarrollo, que es aquella que sin destruirse, permite en su interior el juego de la imaginación y el riesgo, hasta el extremo de considerarla esencial en su propia perennidad.
El protestantismo, como factor coadyuvante al desarrollo no actuó por su contenido religioso, sino por el efecto corrosivo y disruptor que tuvo sobre los mecanismos obturadores de las sociedades tradicionales (lectura y escritura, disciplina de la iniciativa personal responsable, innovación, rechazo a los monopolios, competencia de ideas, etc), mecanismos que a su vez se endurecieron por la Contrarreforma.
El autor, luego se remonta históricamente al “milagro judío”, afianzado no en hechos raciales sino en sus aspectos culturales, religiosos y sociales que le permitieron inventar el lujo, el negocio y la industria a gran escala, así como la dimensión universal de la humanidad que luego permitió el despliegue del cristianismo. Ese pueblo semítico, también fue inspiración del “milagro griego” a través de la actividad comercial de intercambio de productos; los griegos a su vez, supieron emancipar la esfera económica del poder político y religioso, hechos que fueron favorecidos por la confiada audacia y autodeterminación de los comerciantes fenicios, quienes en el mar con su inteligencia y su vigilancia, alcanzaron su prosperidad con el intercambio primario de productos (trueque), al comprender que se obtenían mayores beneficios si se diversificaban al máximo los productos entre los pueblos más remotos. Esa innovación mental viene aparejada a la invención de la moneda por los Lidios (Anatolia) y Griegos; el metal deja de ser objeto y se convierte en medio de intercambio, de conmensurabilidad de las necesidades sociales en un primer momento (haciendo que diversas actividades humanas especializadas se necesiten mutuamente) y luego, en una herramienta de autonomía comercial.
Atenas prosperó por ello, por la revolución del comercio y la aparición de la moneda, pero como esa confianza que reafirma el éxito no fue renovada, sino que devino en una conducta de renunciamiento, la decadencia fue inevitable.
Para el autor, Egipto y China de la antigüedad, son dos ejemplos de reinado de mediocridad, de sociedades estacionarias, siendo Egipto tan autosuficiente y encerrada en su ideología étnica y comercial la que pudo perdurar más que ninguna otra.
El “Milagro” holandés
La prosperidad de la Europa meridional se traslada en el SXVII a Holanda, de allí que se tiende a pensar que tal hecho se originó en la rebelión de los Países Bajos (1568-1609), liberación liderada por Holanda por la presencia concomitante de factores políticos, económicos y religiosos (descartándose los factores políticos en tanto que no todos los sectores generaron una resistencia indomeñable al yugo español; así como los factores económicos y religiosos, puesto que muchos triunfos económicos no se debieron a los Calvinistas). Sin embargo, lo que insufló energía y creatividad a las futuras Provincias Unidas y a Amsterdam fue la movilidad geográfica e intelectual, no olvidemos que antes del nacimiento de Calvino, Amsterdam superaba comercialmente a la Hansa, su secreto del éxito radicaba en la innovación de la técnica de salazón y embarrilamiento de pescado. Los holandeses no pescaban para comer, no vendían su pescado por que les sobrara, sino que pescaban y vendían para obtener un provecho, una necesidad alimenticia que deviene en una gestión previsora de las existencias y la regulación de su venta. Los calvinistas holandeses aprovechando la fe religiosa católica de los países vecinos que imponía la abstinencia de consumo de carnes rojas cada cuatro días, pudieron capturar el mercado de sus oponentes religiosos, ofreciéndoles no sólo pescado salado, sino fina vestimenta, cerveza, porcelana, queso, etc.
Ante la amenaza imperial de Carlos V de no permitir a los Países Bajos, un comercio fluido con la India, la respuesta holandesa no se hizo esperar, su amor por la libertad y su afán de lucro se tradujo en la apertura de una nueva ruta comercial tras la suscripción de una alianza económica con Londres.
El milagro holandés también concierne a la industria, desde el SXIII, los holandeses practican la importación de intelectuales y la transferencia de tecnología dirigida a mejorar la industria y el valor agregado de los productos importados en materia prima, hecho que mejora la calidad de vida de sus ciudadanos, quienes respaldan esa industria inventiva de ingenio y energía creadora.
Ante la prosperidad económica, Holanda se sobrepobló rápidamente, hecho que aceleró su fundación basada en la economía intensiva de mercado, el intercambio, y el desarrollo. La desventaja inicial que generalmente se traduce en miseria, aquí se convierte en una teoría destinada a la fama. La respuesta al problema está en lo mental, en la aceptación del desafío, en la recusación del fatalismo. Para ello Holanda practicó la tolerancia ante esa inmigración masiva de alta calidad, una suerte de asilo para el espíritu industrioso de otras naciones. Incluso la delincuencia, a vista de Coornhert debía ser corregida de manera pronta, segura, eficaz, resocializadora y sobre todo productiva, al proponer la introducción del trabajo y la retribución del trabajo en la perspectiva del prisionero.
Rasgos de la mentalidad económica holandesa
Hacia 1600 Johann de Witt, sostuvo que un desarrollo próspero y armonioso en Holanda era posible bajo un gobierno de corte republicano bajo un programa liberal que contemplase:
1. Libertad de religión
2. La exención (liberación de una obligación o carga) del derecho de burguesía
3. La ausencia de monopolios
4. El repliegue de las compañías, los mercados o cofradías que despojan a los otros de los medios para vivir
5. Una ley justa para los habitantes comunes y el comercio
6. El establecimiento de colonias y la seguridad de los mares mediante la pacificación, la construcción de ciudades fortificadas; y
7. El adiestramiento de la burguesía en el manejo de las armas
Esa religión orientada al comercio, que goza de libertad responsable (enemiga de servilismos ante cualquier monarquía) hace que el Estado se consagre al servicio de la economía en beneficio de los habitantes (homogeneidad del poder político con la organización económica). Por que si los gobernantes desarrollan el comercio o la navegación en beneficio de un grupo dirigente, ese grupo degeneraría en Monopolios.
Para el enciclopedista francés Diderot, la norma de superación del holandés, es simple: Cada uno cuenta para sí, desde el más simple artesano hasta el negociante más rico, donde todos saben lo que pueden desembolsar en gastos imprevistos durante el año.
La tolerancia en materia religiosa es una condición primordial de equilibrio en la vida política y social, que debe ser velada por el Estado; se esperaba que los no calvinistas sientan “una inevitable gratitud hacia regentes tan magnánimos”, por ello se debía dividir las religiones para reforzar la independencia del Estado y del individuo, porque la voluntad de una persona es su vida y paraíso.
La sociedad holandesa es una sociedad de comunicación, la configuración en la que se instala la actividad comercial predispone a la comunicación democrática, al concurso de ideas, a la competencia por cargos electivos. La vida económica es el motor y moderador de las políticas derivadas de la diversidad de opinión.
Cuando financieramente Amsterdam desplaza a Amberes, no repite sus instituciones, sino que reinventa su vida económica hacia un comercio cosmopolita. Se constituye no como el corazón político europeo, sino como centro de intercambio de productos y de información y saber en todo el continente. La información sistematizada y almacenada del movimiento económico y comercial en todo el orbe, empezó a circular gracias al impulso de los empresarios neerlandeses.
Otra característica es el factor fiduciario (de fiducia, confianza) que la energía del comercio transmite a la banca. Porque la confianza es la base de una circulación monetaria en el que el fiduciario adquiere cada vez más peso.
Esa confianza como la que fue generada por la Compañía Holandesa de las Indias Orientales de 1602 (Vereenidge Ostindische Compagnie -VOC-, de vocación comercial antes que territorial), supo introducir el plazo de inmovilización del capital por 10 años de viajes, hecho que permitió mejorar la estrategia comercial e instauró esa estabilidad y confianza que, a su vez permitió duplicar el valor de emisión de sus acciones al final de dicho lapso (a diferencia de las riesgosas comanditas y los préstamos limitados a un solo viaje, que practicaron españoles y portugueses en sus colonias).
Además, al unirse la política, la milicia y el comercio la VOC se modernizó e incluso se hizo superiormente aplastante para los portugueses, porque tal empresa colonial se transformó en un laboratorio de ciencias comerciales a escala planetaria, la VOC se convierte en un Estado más poderoso dentro de otro Estado: Una soberbia máquina de guerra económica.
Aún cuando los holandeses establecidos en el actual Brasil tuvieron serios desaciertos al copiar la política de ambición territorial, pronto supieron recuperar su vocación comercial, sancionándose el fracaso del autoritarismo sectario de los dirigentes responsables, con el retiro de la confianza de los inversionistas de los Estados Generales y Amsterdam.
Lejos del honor heroico y brutal, los holandeses comprendían que el honor recae sobre el que obtiene beneficios sin cometer injusticias o violencias. Esa inversión en la jerarquía de valores entre honor y provecho revela la profunda divergencia mental con los conquistadores españoles o portugueses.
Los holandeses además fueron a descubrir un mercado y sus necesidades locales, a fin de construir un nuevo sistema comercial que caracterizado por:
Un conocimiento afinado de los mercados asiáticos y sus características, estableciendo un polígono de intercambios de configuración variable, el desinterés en la expoliación territorial, y el respeto por la autonomía de gestión (los dividendos de las acciones son proporcionales a los beneficios conseguidos en la venta de las mercaderías repatriadas, no al volumen de intercambios).
Los holandeses antes que ceder a la tentación territorial y poner a resguardo sus ganancias, buscaron la seguridad en el movimiento comercial, su objetivo era asegurar a sus inversiones la rentabilidad mas elevada posible, perseverando en su identidad capitalista.
Fue así como Amsterdam se convirtió en el almacén del universo, el cuartel general del comercio, no de la conquista, que atrajo la mirada de diversos monarcas de la época. Su superioridad se manifestaba:
En cuanto a la organización y decisión políticas (estímulos fiscales, aduaneros, presencia de hombres de negocios en instancias administrativas y de gobierno).
En cuanto a la técnica (en el orden marítimo, financiero o comercial)
En cuanto a la cultura (reputación de Estado libre, próspero instruido y sobre todo tolerante).
La élite holandesa se hallaba cautivada por lo novedoso y la realidad práctica, no le interesaba la historia sino el presente y el devenir, sin ser ajena a ciertos acontecimientos culturales que destacaran en nivel técnico. No exhibe su riqueza ni altanería, sino que son industriosos y modestos. Prefiriendo servir al público que buscar gloria y esplendor particulares.
Desde fines del SXVI y todo el SXVII las provincias unidas dan un salto adelante en la agricultura, antes de hacerlo en la industria, ganando tierra a los pantanos, auge agrícola que condicionó el auge industrial. Su disposición mental supo oponer la voluntad de empuje contra el fatalismo inhibitorio, la innovación contra el arcaísmo, el imperio comercial contra el imperio territorial, la opción marítima contra la opción continental, la democracia contra la monarquía absoluta, la libertad individual contra la jerarquía autorizada y un franco anhelo de beneficio en vez del rechazo al deshonor.
Esa inventiva comercial radicaría en la confianza para afrontar los desafíos ante necesidades apremiantes (densidad poblacional en territorio pequeño), inventiva que luego por imitación se amplificó hasta convertirse en la costumbre de un país.
El comercio no puede subsistir sin la confianza entre los particulares, ni la inseguridad pública o sin confianza en el gobierno, que consiste en la opinión que se tiene de su poder, de su prudencia y su justicia.
Sin embargo en el SXVIII, la actitud positiva de esa sociedad que creía en la iniciativa humana y en el sentido de responsabilidad postulada por el protestantismo sucumbió, como sus antecesores venecianos, a la tentación rentista e inmobiliaria.
El Milagro Inglés
Si Holanda ideó un modelo comercial y financiero del desarrollo económico, el milagro inglés se debe principalmente a la autodeterminación generadora de la industria en el núcleo de ese desarrollo.
Comercialmente Inglaterra a fines del SXVI decide despegar siendo precursora en su exportación de textiles y sobre todo invirtiendo en dirección de las costumbres manufactureras y comerciales.
A principios del SXVII los Ingleses transitan por las rutas comerciales del mundo: el comercio les permitió ingresar a la escena mundial y la industria les permitió invadirla por mucho tiempo casi en exclusiva.
En el SXIX el Reino Unido está a la cabeza del universo. Sus campesinos mutaron en “explotadores agrícolas” y su población urbana no cesó de crecer, Londres se convirtió en el puerto y mercado más importante del planeta, lo que en el futuro se conocerá como patrón de oro es en realidad un patrón que gira en torno a la libra esterlina (que hace las veces de moneda internacional en aquél momento).
La revolución agrícola en Inglaterra provocó un fenómeno de fusión social propicio para el desarrollo económico integral inglés, dispensado en los desgarramientos sociales que destrozaron la economía alemana durante el SXVI.
La Revolución Industrial nace de la Revolución Agrícola, al copiar las técnicas de cultivo del viejo continente, los ingleses obtienen mejoras económicas, adquiriendo elementos como vestimenta, mobiliario y vajilla.
Al igual que los holandeses, supieron ser depositarios de la confiabilidad en su comercio de productos traídos de las Indias Orientales. El interés de la nación británica reside en una normatividad a base de estímulos, protección y seguros favorables a la libertad de comercio, procurándose el proteccionismo ventajoso (a pesar de proclamar su liberalismo) a través de sus normas en perjuicio de las Provincias Unidas (léase Holanda), fue así como a través de su Navigation Act de 1651 impuso condiciones draconianas a sus competidores internacionales por más de dos siglos.
El Ethos del comerciante británico
Thomas Mum en su libro “La riqueza inglesa por el comercio exterior” (1664), admirando el milagro holandés, indica que la vocación del mercante inglés debe ser ante todo política, además éste debe gozar de ciertas cualidades como su conocimiento y pericia en: contabilidad, gestión, jurisprudencia, medidas y monedas extranjeras, instituciones aduaneras, conocimiento del mercado, información acerca de las tasas de cambio, reglamentos de importación y exportación, fletes, seguros, armados de navíos, mercaderías y su diversidad, navegación, idiomas y cultura de los pueblos con que se comercia e incluso conocimiento de las humanidades clásicas, en resumen un conocedor universal digno de respeto.
La historia fantástica de Crusoe, escrita por Daniel Defoe, no es más que la confirmación de la potencialidad de los británicos, nación de Robinsones, capaces de convertir en próspera una situación dramática. De allí que el factor mental sobre la estima de los granjeros fue crucial para la continuidad en el desarrollo y aprovechamiento de la explotación agrícola. La religión anglicana por otra parte se funda en la igualdad política, pues sólo el Parlamento es superior, los demás son iguales.
En suma, Inglaterra es superior a muchos países europeos continentales porque sus instituciones políticas, jurídicas o económicas expresan diversamente un mismo sentido de responsabilidad.
El autor, señala que se debe aprender de las instituciones inglesas y no sólo parodiarlas, sino adoptar el espíritu que las anima (Vg, la Constitución no es otra cosa que la calcomanía de los valores de una sociedad en consecuencia de nada serviría copiarla si no se cuenta con sus valores).
Otros factores como el espíritu deportivo inglés que los anima a ganar competitivamente, esa confianza competitiva que los hace adoptar una actitud y reflexión natural lo que para otras sociedades es moralmente reprobable (Vg. La usura). De allí que la usura no es mala en sí, sino cuando ésta pretende una tasa interés demasiado elevada que desaliente la inversión. Este pragmatismo Baconiano cede su lugar al equilibrio contable antimercantilista, que obliga a quienes detentan el poder, examinar con frecuencia la situación de la nación, buscando su bienestar y así los particulares se encarguen de la prosperidad económica (Davenant).
Los productos de tejido traídos de las indias orientales a menor costo que el inglés, obligó a éstos hacia 1701 hacia el desafío de incrementar la productividad mediante la invención de máquinas o la sistematización adecuada y regular del trabajo a fin de producir competitivamente. En síntesis, lo que activa la “máquina para hacerlo mejor” es la situación de desventaja.
Para el británico la libertad individual es inseparable de la prosperidad, porque el ser humano no tendría afán de obtener riqueza si no la podría tener como propia.
La conclusión a la que arriban los ingleses, es que a la larga, no existe economía libre sin un régimen democrático. Leyes que procuren paz, justicia y estímulo para las industrias.
El Milagro Norteamericano
La pequeña sociedad rural de 04 millones de habitantes, tomó la posta del milagro inglés en el SXIX, fue así como entre 1790 y 1890. Estados Unidos se puso a la cabeza de la industria del planeta hasta la actualidad.
Su secreto fue crecer, crear y seguir creciendo, si los primeros perfeccionamientos técnicos fueron importados de Inglaterra y Holanda, durante todo el SXIX, los inventos locales brotaron por todas partes:
Año de invención o fabricación
Invento
Inventor(es) / Fabricante
1814
Fábrica de Hilado y Tejido
Moody/Lowell
1802
Máquina a vapor de alta presión
Evans
1809
Barcos a vapor operativos
Fulton/Runsay/Fitch
1846
Máquina de coser
Elías Howe (fabricante)
1846
Telegrafía eléctrica
Morse
1851
Proceso de descarbonización del hierro
Geissenhainer
El colectivismo y dependencia iniciales de los primeros colonos británicos (SXVI), se troca en responsabilidad e interés directo cuando se les concede parcelas en uso y propiedad (Se abandona el telecomando de corte militar y se difunde el autogobierno). Esa fue la primera clave del gobierno norteamericano.
En 1620 los Pilgrim Fathers (Padres Peregrinos), puritanos protestantes[1], a través de la denominada aventura del Mayflower, fundan el mito de la génesis de la nación norteamericana. Esa fue la primera sociedad de confianza, aunque hoy constituye una minoría, conformó el núcleo cristalizador de cautivantes valores que perduran aún en los EEUU.
De ese grupo fundador, se diferenciaron pronto dos grupos: Uno bautista, conducido religiosamente por Smyth, y la otra encabezada por John Robinson, quien por la vía temporal prioriza la supervivencia del grupo humano en el mundo real.
Robinson, de carácter pragmático obtiene concesiones de dominio y autorizaciones de la Virginia Company sobre territorio de Virginia del Norte, pero al desembarcar en dicho suelo se encuentran con la sorpresa de su rebautizo nominal por el de Nueva Inglaterra, así que ante la caducidad de sus autorizaciones, se ven forzados a celebrar un contrato entre ellos mismos (an act by them done), un acuerdo sólido y hasta más seguro que cualquier patente de la época. Ese es el origen del ethos de la autonomía norteamericana.
Esas colonias inspiradas en el principio del autogobierno fueron estimuladas en iniciativa cuando se les dieron parcelas en uso y propiedad.
La soberanía interindividual proclamada por los peregrinos fundadores fue incluida 150 años después en la Constitución norteamericana de 1787. El fundamento de la comunidad se asentó al margen del rey desde un inicio.
La plural convivencia de sectas protestantes obstaculizaron en Norteamérica la primacía de cualquier suerte de monismo religioso, la convergencia radicaba en la libertad de culto y de empresa (todo hombre tiene el deber de enriquecerse) imponiéndose la tolerancia en el conjunto.
El momento inicial de conquista, repoblamiento y valorización del territorio, se llevó a cabo a manera de empresa colonizadora, no de industria, por ello el indígena nativo fue excluido como competidor en las mismas tierras. De los ingleses obtuvieron protección contra los franceses (mientras los colonos se ocupaban de los indígenas) y a cambio les suministraron productos manufacturados.
La sociedad norteamericana precisaba de comunicación ágil (buenas rutas, canales, etc , pues la movilidad geográfica garantiza la movilidad intelectual) generada por el gobierno (sin confiscaciones o intervencionismos), ya que el rol del Estado Federal consistía en prevenir y corregir los abusos sin desplazar la iniciativa ni la gestión empresarial.
La invención de un país o el país de la invención
La sociedad norteamericana idolatra al individualista que busca riqueza personal y voluntad de innovar (Rockefeller, Macy, Marshall Field, etc) asumiendo los riesgos de un comportamiento comercial diferente. Tomas C. Cochran resume el ethos norteamericano en 05 características identificables en los peregrinos fundadores:
1. La importancia del individuo y su autodeterminación.
2. La capacidad de controlar su sociedad y las fuerzas de la naturaleza.
3. La concepción igualitaria de las relaciones sociales y naturales.
4. La importancia de lo utilizable
5. La importancia de lo espectacular.
Norteamérica del SXIX es una nación desafiante, industrial y económicamente hablando, que erige una legislación antimonopolios, permitiendo que la competencia y la innovación avancen en paralelo. Ese modesto crecimiento de la industria marca el inicio de una fuerte competencia local y concita la búsqueda de mejora en la productividad, de optimización de las técnicas de producción y de desarrollo de plazas para los nuevos productos a través de contactos directos con un mercado mundial en plena expansión. De todo ello resulta: la acumulación del capital de saber hacer y de recursos dedicados a la actividad inventiva. Fue así como los padres peregrinos no sólo inventaron un país sino que hicieron de éste el país de las invenciones.
El crecimiento comercial supone una atención permanente a las reacciones del mercado, por ello se exige la invención para sortear los problemas inmediatos, en Norteamérica ello se tradujo en un sistema de patentes que refleja el reconocimiento social del inventor así como una exigencia en torno a las repercusiones económicas del invento (una comisión de expertos examina la novedad, factibilidad y utilidad del invento).
La atracción lucrativa dirigida a los inventores y científicos norteamericanos (a diferencia de los intelectuales franceses que ven el provecho como contaminante) es parte de la industria de la competencia iniciada desde fines del SXVIII, casos como el del descubridor Oliver Evans quien se esfuerza por valorizar económica y financieramente la investigación industrial y la innovación tecnológica, aboga por el reconocimiento jurídico de los derechos de autor, hecho que es apoyado por el poder político (Jefferson) y los propios industriales norteamericanos, al percatarse que la innovación es una actividad económica en sí. El inventor no es para ellos un enemigo, sino uno de ellos y debe vivir alentado y estimulado. El resultado se traduce en 05 millones de patentes registradas en dos siglos de vida independiente, donde nadie monopoliza la innovación. Edison, otro caso emblemático que llegó a registrar 1,093 patentes suyas, introdujo el estudio de mercado antes de lanzarse a la investigación de cualquier proyecto ante su desapercibido primer invento: La máquina para el registro automático de votos. Lo admirable de Edison es que no sólo se contenta con descubrir inventos sino que los realiza fabricándolos comercialmente. El inventor se hace empresario con plena conciencia de ello, percatándose que no sólo es necesario articular un sistema completo de producción si no que es indispensable mantener precios competitivos mejorando el producto para tener vigencia y liderar el mercado. Existió un solo Edison que sintetiza los rasgos de la invención y la innovación en EEUU.
Luego una legión de inventores se sucedieron unos más conocidos que otros, Eastman, Ford, etc. Al principio la mayoría de ellos no poseían formación intelectual especializada sino que eran obreros cualificados animados por la obsesión de triunfar y obtener ganancias. Esa innovación es fuente de desarrollo y crecimiento porque opera en términos de aplicación industrial y comercial (la logística para el flujo de mercaderías sufre cambios constantes). Mientras que en América del Sur, las condiciones reflejaban lo peor de Europa: Feudalismo, clientelismo, arrogancia terrateniente, desprecio por las profesiones comerciales e industriales. Adam Smith supo explicar en su libro la Riqueza de las Naciones que las instituciones políticas de las colonias inglesas (mentalidad) fueron más favorables para el aprovechamiento de tierras fértiles dando libertad al pueblo para dirigir sus negocios como mejor les pareció, a diferencia del complejo latinoamericano[2] (factor etológico) que no permitió despegar aún con recursos naturales más ricos que los del país del norte.
Hegel presintió el milagro norteamericano por su tipo de sociedad orientada hacia el self-government (autogobierno) de innovación, difusión e intercambio: Una sociedad que reposa en la confianza, en el concurso entre iniciativas individuales responsables. En cambio en Sudamérica donde prima el pensamiento católico y las repúblicas sólo reposan en el poderío militar, tiene una historia constante de conflictos que no permiten desarrollo alguno.
El Milagro Japonés
Desde que EEUU entró en contacto con Japón en 1853, el viejo sistema feudal copiado de China, es modificado a tal punto que pudo invadir al modelo civilizatorio chino que había permanecido anquilosado por el aislamiento.
Durante 2000 años los japoneses se habían acostumbrado a copiar esencialmente a China, sin perder su propia identidad, por eso al entrar en contacto con la civilización occidental de inmediato copiaron las mejores instituciones europeas del momento[3] y las adaptaron a sus necesidades. Luego de un período dirigista, estimularon, la iniciativa privada, las empresas, los puertos, la bolsa, los seguros, los bancos, siguiendo el modelo anglosajón. Los japoneses habían entendido que si no se modernizaban iban a perecer.
La mentalidad jerarquizada es modificada por una igualitaria que permitía la movilidad social e intelectual gracias a la adopción de un sistema democrático de educación.
La ambiciones emprendedoras hizo que muchos estudiantes japoneses destacaran en las clases impartidas por especialistas extranjeros invitados por el gobierno japonés.
En 1968, al celebrarse el centenario de la era Meiji, Japón se convertía en el 3er más grande, a la zaga de la ex URSS y EEUU, ocupando el 2do lugar en 1990 , tras la implosión soviética.
Una primera clave del milagro japonés es el altísimo nivel educacional de la era Tokugawa (la enseñanza primaria se desarrolló vigorosamente desde comienzos del SXVIII). La formación universitaria está dirigida a proporcionar un sentido de independencia. Fue así como la persistencia de las fuerzas tradicionales en el núcleo del modo de producción moderno transformó el concepto de modernidad.
La cohesión nacional del japonés no desdice su anhelo de riqueza individual, asociado al de un poderío colectivo. Esa afirmación nacional recurre al extranjero para alentar la industrialización y galvanizar el espíritu de empresa.
El caos intelectual y la promiscuidad ideológica inherente a la tradición intelectual japonesa son su fuerza positiva (y no una debilidad) que permiten desplegar sus personalidades emprendedoras a través de la imitación creativa.
Los animadores de Japón
Los historiadores generalmente depositan el despegue japonés a los valores sociales de la disciplina samurai (a fin de establecer una continuidad justificatoria del periodo feudal al occidentalizado), sin embargo hoy sabemos que los fundadores de empresas célebres como Mitsubishi y Yasuda no eran sino ambiciosos aventureros del negocio, de origen muy humilde, uno en la empresa de la navegación y el otro en la banca son modelos de agudeza y cálculo para los negocios. No se trata pues de modelos filantrópicos dirigidos desde el Estado, quien por cierto admite sus errores comerciales y los va corrigiendo.
No vemos empresarios patriotas interesados en el bien común, no hay filantropías , sino un apego a intereses personales. Ambos ejemplifican éxito inspirador logrado con rigor.
Sin embargo no olvidemos que Japón estaba intelectualmente abierta antes de la llegada de los norteamericanos, ellos conocían la literatura holandesa, entendían el inglés y el francés, estaban al tanto de lo que ocurría en el orbe. De allí que la aceleración fue primero un factor mental adecuado y presente que no permitió su persistencia en una sociedad feudal, presa de las codicias occidentales.
La imitación japonesa de instituciones extranjeras fue parcial y selectiva, supieron cambiar los modelos a medida que avanzaban, separando lo accidental del desempeño constante.
Luego de invertir en expertos invitados de Occidente, Japón exporta a sus estudiantes y funcionarios al extranjero para mejor importar la tecnología occidental sin padecer la colonización.
El arte de la adaptación, señala el autor, consiste en permanecer idéntico a sí mismo al tiempo que se cambia para adecuarse al presente. Es de destacar que el inmovilismo chino no está engramado en los genes dinásticos chinos por ello es probable que en 10 ó 20 años debamos inscribir el milagro chino en la historia del desarrollo.
Conclusión
Haciendo un balance de lo señalado sobre los factores culturales del desarrollo tenemos que:
Japón hizo en un siglo lo que su predecesores en más tiempo. Enseñando a los “pequeños dragones” del sudeste asiático cómo completar su despegue económico en medio siglo.
Un país no desarrollado tiene dos formas de actuar frente al no desarrollo:
Adapta su sistema al de los países desarrollados o se hunde en el resentimiento buscando culpables y se condena al desastre.
Se ha intentado explicar el origen de los desempeños actitudinales que hicieron posible el milagro Holandés en el SXVII, el Británico del SXVIII, el Norteamericano del SXIX y el Japonés del último tercio del SXX. Luego de la 2da Guerra Mundial ocurrieron los milagro italiano y alemán, el segundo milagro japonés, los milagros en cadena de los “pequeños dragones” y estamos a la espera del milagro chino.
Se han dejado de lado otras interpretaciones que expliquen el desarrollo de las sociedades para hacer un estudio del desarrollo bajo la forma de una divergencia etológica, se piensa que estudiar el desarrollo desde la mentalidad de las naciones tiene que ver con atavismos, pero vemos que lo que se ha denominado ethos de confianza competitiva proviene de una autodeterminación contingente y que según ese factor se halle activo o inhibido en cada individuo, se desata o se impide el desarrollo en sus diversos aspectos.
Si el análisis y comprensión del desarrollo basado en la modernización responsable (ethos de confianza) en oposición a toda suerte de fatalismos son acertados, habría que revisar aquellas teorías deterministas, sean del signo que sean.



[1] Los peregrinos pertenecían a la secta que se llamaba de los “puritanos” (los puros). En su apasionada lucha religiosa contra la iglesia romana y los reyes Estuardos católicos, pero también contra la más moderna iglesia anglicana, habían sido casi exterminados. Querían vivir con toda sencillez y severidad según las normas de la Biblia y con la humildad de los cristianos primitivos. El rey Jacobo I los había expulsado de Inglaterra e impulsado a la protestante Holanda. Pero también allí habían tenido conflictos religiosos. Finalmente consiguieron mediante dificultades indecibles (y gastándose los últimos ahorros) el permiso del rey inglés para fundar una nueva colonia en el territorio salvaje y desconocido entre los Nuevos Países Bajos y Canadá. El 16 de septiembre de 1620 se había hecho a la mar el pequeño velero «Mayflower» con los «peregrinos» a bordo, los ancestros de la nueva colonia. Llegan del salvaje océano, de la huida y la persecución. Pero la salvadora orilla del Nuevo Mundo les exige los más duros trabajos y las penalidades más extremas. Es invierno. En primer lugar hay que talar árboles para tallar vigas y construir cabañas de troncos. Otros hombres deben dedicarse a la caza y a la pesca; porque los víveres que se han traído son escasos y están medio podridos. Eso son problemas casi insolubles para los recién llegados sederos, tejedores y escribanos.
Una crónica de los “peregrinos” narra acerca de aquellos duros tiempos:
“No menos de la mitad de los peregrinos murió durante los primeros meses, y con frecuencia sólo media docena tenía la fuerza suficiente para recoger leña, conseguir maíz, aves o pescados y para lavar las ropas de los enfermos...»
[2] Complejos como:
1. Sacrificar el esfuerzo de orientación económica o maximización de beneficios para favorecer los intereses familiares
2. Privilegiar los intereses afectivos, sociales o personales por encima de la obligación empresarial.
3. Obstaculizar cambios necesarios para mejoras tecnológicas o ajustes de mercado.
4. Mantener el nepotismo hasta vulnerar la capacidad de gestión.
5. Impedir la formación de un vivero de recursos empresariales competentes
6. Desalentar la crítica constructiva entre patrones y obreros
7. Crear barreras a la circulación de la información
8. Restringir el estímulo para la expansión y la adopción de riesgos.
[3] Un parlamento al estilo inglés, códigos civiles y penales de corte francés, gendarmería al estilo prusiano, su presupuesto se copió del sistema norteamericano, la relojería suiza, rodamientos suecos,, barcazas noruegas, óptica y derecho comercial alemanes, escuela primaria francesa, el gymnasium y la investigación alemana, los campus norteamericanos.

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