jueves, 5 de marzo de 2009

EL FIN DE UNA CIVILIZACIÓN

Las civilizaciones cumplen un ciclo "vital". Ciclo cuyas características fenomenológicas han sido, son y seguirán siendo particularmente estudiadas en sus diferentes fases.
El célebre historiógrafo T. Mommsen nos da un buen ejemplo de ciertos indicadores del fin de una civilización: "Después que, con la muerte de Alejandro, ocurrida en 235, se extinguió la dinastía Severa, el Estado romano se descompuso. El medio siglo siguiente fue un período de agonía, ya no existió dinastía. Entre los que llevaron el nombre de emperadores, la mayor parte de ellos nacidos en las provincias, y que a menudo habían sido oficiales militares subalternos, no hubo ninguno cuya propia soberanía llegase siquiera a las decenales, ninguno que no pagara la púrpura imperial con su propia sangre, y apenas uno que fuera capaz de mantener en su totalidad el Estado que se desmoronaba. Bárbaros de dentro y de fuera ejercían en el territorio del Estado el poder, unos al lado de otros, poco más o menos como lo ejercían en el territorio enemigo los comandantes militares; la participación de la aristocracia en el gobierno del país, la educación de las altas clases, el bienestar de la población, la seguridad y la defensa de las fronteras, todo ello desapareció al mismo tiempo. Los edificios, las monedas, los manuscritos, las inscripciones de esta época, todos ellos imponentes en la forma, mezquinos de contenido, hablan el mismo lenguaje, el del espantoso tartamudeo de la civilización agónica".
Quizás todo ello nos suene anacrónico y hasta escatológico, sin embargo sugiero al lector que realice imaginativamente la transposición de términos históricos a efecto de que los datos proporcionados recuperen plenitud, eficacia e identidad con lo que sucede hoy en el globalizado imperio.

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